lunes

3

Me miró fijamente y me dijo con su acostumbrada voz quejumbrosa que no quería separarse de mí; es cierto, no esperaba nada de mí, pero no quería irse. Por mi parte, mi mis huesos le imploraban que se fuera, pues no quería volver a abusar de ella, de su amor, de su estupidez, de sus sueños, de su idealismo hacia mí. ¿Por qué mierda no idealizaba a otro? ¿Qué ganaba con ofrecerme su virginidad? Yo no la quería ni pensaba tomarla. No lo hice ni lo haré. Se lo dije y escuchó. No se si ahora estará sufriendo, pensando en mí o haciendo alguna cosa. No me importa mucho, por lo demás. Quiera Dios que conozca a otro, se anime y no piense más en mí como alguien que no soy: su hombre ideal.